La frase

"Décadas prodigiosas".



Línea de cuatro

Línea de cuatro

viernes, 14 de diciembre de 2012

Mi versión, mi verdad.


Fui siempre un jugador de los llamados de club. Esta definición se asocia rápidamente a un jugador trabajador, comprometido, solidario y a la par con las habilidades propias de este deporte más bien justas. Mi fuerte era el orden, el sentido del juego y el posicionamiento.
Dejé el fútbol en activo antes de que él me diera un portazo. Esto os lo puedo jurar fue doloroso pero no sé si tanto como si él me hubiera abandonado a mi suerte en los peores momentos.
Me encantaba ser entrenador y fue un bálsamo cuando dejé de compartir vestuario, derrotas dolorosas, victorias exultantes, viajes, concentraciones ...
No fui ni soy el mejor entrenador del mundo. En según que categorías el concepto de entrenador engloba muchas otras ocupaciones y os puedo asegurar que entrenar, entrenar, no es la más importante.
Si os soy sincero, creo que por lo que me siento más orgulloso en todos estos años de entrenador, es de mi relación con los jugadores. A muchos habré decepcionado me temo, otros guardarán un grato recuerdo, pero puedo juraros que nunca fui justiciero ni hice daño a sabiendas. Cuento por decenas los momentos emocionantes que viví con todos ellos, mi determinación constante en influir en ellos de forma positiva. Orientarles, en mi modesta implicación en sus vidas, el afán de superación, los valores de solidaridad, compañerismo y respeto, primero a si mismos y a sus compañeros.
Esa mañana del 24 de Septiembre del año pasado, no la cerré todavía. Entendí, comprendí, humildemente conozco lo que significa empatía y la guardo como un tesoro fundamental en mi corazón.
Los padres sabemos lo que es un hijo. Entregaríamos el alma por ellos, nos sacrificamos por ellos, nos preocupamos por ellos, y también os lo puedo asegurar nos equivocamos por ellos. No importa, es el pecado más perdonable, porque solo se sabe lo que uno puede hacer por ellos, solo cuando se tienen.
Fue una pena. Fue una pena en ese momento y lo fue mucho más, no encauzarlo. Quedaban meses y meses pero nadie movió ficha, ni desde dentro ni desde fuera.
Me quedé, podría haberme ido, me podrían haber echado, pero decidí seguir. Lo tomé como un incidente más o menos importante, el enfado, la pérdida de papeles de una persona en un momento puntual, pero no fue así, no era una persona que te encuentras por la calle, no era un padre al uso, era un compañero.
Viví desde ese momento os lo puedo asegurar con el cariño de ese jugador, por lo menos así lo percibí. Él con mucha diferencia fue el que siempre estuvo en su sitio dando un ejemplo a cuantos pasábamos de los cuarenta en esta historia.
El 3 de julio venía de Coruña de una reunión, en las noticias de las seis de la tarde dieron la novedad, renovación. Algarabía en Lugo. A las seis y diez me llamaron del club.
Mis queridos amigos, nos vemos.