Operación salida.

Solté amarras un 25 de agosto de 1987, alguno de vosotros gateabais o como mucho, empezabais el colegio. Salí con sensación de provisionalidad, han pasado 22 años y pico, y la provisionalidad, sospecho va para largo.
Salí de Gijón, de mi Sporting, de mi gente, con la esperanza de volver. Lo hice, pero en este caso, sí que fue algo momentáneo.
Vestido con un chándal de la selección francesa, de la marca "Le coq sportif", mi jugador preferido en ese tiempo era Michel Platini, hoy apoltronado en su cómodo sillón de presidente de la UEFA.
Llegué a Galicia, llegué a Carballo, capital de Bergantiños, en cuyo equipo fichaba el primer galáctico de su historia. El galáctico, siento la decepción mis queridos blogueros, era yo.
Fui directamente, acompañado por mi padre y el ford fiesta azul metalizado, al club a firmar mi contrato, y desde allí, al entrenamiento.
Las instalaciones estaban a las afueras de Carballo, era un campo de fútbol de regular aspecto, con unos pequeños vestuarios y un entorno de bosque para hacer kilómetros de carrera continua, muy apropiado.
Aquel día conocí, descontando a mi familia, a la persona que más me ha influido en mi vida deportiva y casi personal.
Esta palabra, influir, es una de las que más me ha apasionado en mi vida. Como entrenador he tenido la sensación de haber influido en muchas personas, en muchos jugadores, en la misma proporción en que ellos han influido en mí.
Julio Díaz, es uno de los personajes de mi vida. Tuve tantas vivencias con él, que mi carácter de alguna forma, ha ido evolucionando con su presencia. Tengo mucho que agradecerle, por supuesto que algunas que criticarle, pero es una persona querida y respetada en mi casa.
Hace mucho que no le veo, pero seguro que él se acuerda de mí, como yo de él.
Os seguiré hablando de Julio Díaz, merece la pena. Hoy me apetecía que lo conocierais.
Mis queridos amigos, nos vemos.